Hace no mucho, desembalando cajas, me topé con algo que me puso un poco nostálgica. Entre las cosas de cuando Alberto era pequeño, apareció un estuche de plástico que contenía un montón de canicas. Si sois muy jóvenes es probable que ni siquiera sepáis de qué se trata, pero para las personas de mi quinta significa mucho más que un juego, es mucho más que eso. Es un símbolo de nuestra infancia junto con la peonza y el yo-yo. Por ese motivo quise hacerles un contenedor más decente para conservarlas sin que sufrieran desperfectos. El resultado me encanta y estaba deseando compartirlo con vosotros.
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